¿HORA DE "CAMBIAR EL CHIP”?

Muchas son las cosas que han cambiado en los últimos meses. En todos los aspectos. La cuestión que muchos nos planteamos es si con la vuelta a la normalidad o “nueva normalidad”, ¿volveremos a los mismos patrones de antes de la pandemia?

Se habla de que el comportamiento de los consumidores y en general de la demanda, no volverán a ser iguales y que las empresas deberán adaptarse a estos nuevos patrones. Pero aún es pronto para saber el alcance de estos cambios. ¿Volveremos a ir de compras de la misma forma que antes? ¿Se volverán a llenar los estadios y conciertos? ¿Se implantará de forma definitiva el teletrabajo en los sectores que lo permitan?

Si ha llegado la hora de “cambiar el chip” es una de las grandes preguntas que se nos plantean. Y como no podía ser de otra forma, en el sector de la financiación esta cuestión cobrará vital importancia.

En estos últimos meses, en lo que a financiación se refiere, parece que todo ha girado en torno a los ICOs. Incluso las empresas, cuyo negocio se ha visto favorecido durante la pandemia, han aprovechado para “llenar alforjas”, pues era la oportunidad de conseguir dinero “barato” con unas condiciones muy cómodas. En la mayoría de los casos, sin embargo, la solicitud de ICOs se ha realizado por auténtica necesidad: estos préstamos avalados por el Gobierno han sido el “calmante” o “anestesia” de muchas empresas. Pero ¿han funcionado también como medicina? Muchas empresas se han endeudado hasta límites que seguramente no podrán sostener, y una vez se termine el plazo de carencia comenzarán los problemas para hacer frente a las cuotas de amortización.

En este contexto, y ante las restricciones del sector bancario para otorgar préstamos a empresas en dificultades se plantea la cuestión de quién ayudará a las empresas en crisis (recordemos que uno de los requisitos para poder solicitar ICOs era no estar en situación de insolvencia a 17.03.2020, así como no figurar en situación de morosidad en la CIRBE a 31.12.19). Y es aquí, donde inevitablemente entra en juego la financiación alternativa.

Con financiación alternativa nos referimos a la financiación no bancaria y más allá de los mercados tradicionales. Este tipo de financiación es otorgada principalmente por fondos de deuda o de capital privado o plataformas de crowfunding.

Tradicionalmente las empresas españolas han recurrido a la financiación bancaria o a la financiación de proveedores, dejando a los mercados de capitales y en general a la financiación no bancaria un papel residual. Esta estructura de financiación se explica en gran parte por la estructura del tejido empresarial español, en el que el 99% de las empresas son pymes, de las que el 39,2% son microempresas (y el 26,9% tienen 2 trabajadores o menos). La dificultad para ellos de la emisión de valores radica, entre otros, en su alto coste , así como en la escasa información financiera que pueden ofrecer (y que deriva en problemas de información asimétrica para los mercados). Estas dificultades son aún mayores para empresas de nueva creación.

Esta tipología de financiación (la alternativa), irrumpió en España a raíz de la crisis de 2008, ante las restricciones de crédito por parte de las entidades financieras, los mayores requisitos de la regulación bancaria, como Basilea III, y el proceso de concentración bancaria. Y después de que las empresas fueran conscientes de las desventajas que conllevaban depender de un único financiador (la banca).

Desde entonces se puso en marcha desde las autoridades europeas y nacionales diversas iniciativas para favorecer la diversificación de las fuentes de financiación. Se ha impulsado el desarrollo del Mercado Alternativo Bursátil (MAB) y el Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF), entidades de capital riesgo pymes y hasta las plataformas de financiación participativa (crowdfunding y crowdlending)

Desde la anterior crisis son muchos los fondos que se han implantado en España y numerosas las operaciones financiadas por ellos.

La principal ventaja que ofrece esta financiación, son los plazos más largos e importes mayores, pero principalmente la flexibilidad de sus estructuras y la agilidad a la hora de la toma de decisiones.

Eso sí, los costes no son a los que estamos acostumbrados, y menos ahora después de llevar tanto tiempo los tipos de interés en mínimos históricos. El precio de esta financiación dependiendo de la tipología, el plazo y la situación de la empresa puede oscilar entre el 4% y el 20%, siendo la media operaciones a doble digito (en torno al 10%-14%).

Y es aquí donde surge el gran interrogante de si estamos realmente preparados para “cambiar el chip”. Son muchos los clientes, especialmente pymes, los que se llevan las manos a la cabeza cuando les hablamos del precio de esta alternativa. Son muchos los que deciden “seguir para adelante” sin contar con ella, acabando en la gran mayoría de casos en situaciones que ya no son reversibles y que suponen un deterioro de la situación económico-financiera de la empresa donde la única solución es el concurso, si no directamente la liquidación.

Y es que a todos nos cuesta pagar más por algo que podemos conseguir por menos. Pero justo ahí está el error de percepción de muchos empresarios en lo que a financiación alternativa se refiere. Esta financiación no sustituye, ni pretende hacerlo, a la bancaria tradicional, sino más bien la complementa, y en la mayoría de los casos, se otorga en aquellas situaciones donde la banca, bien por restricciones legales o de política interna de la entidad, no va a participar. El coste de esta financiación no debería ser nunca el criterio de decisión sobre si contar con ella o no. Debería serlo el coste de oportunidad que supone. ¿Qué ocurre si no consigo financiación de ningún tipo?, ¿qué otra alternativa tengo si la propiedad no dispone de fondos y las entidades financieras no otorgan más crédito?

No me refiero únicamente a las situaciones de “estrés”. Según el Barómetro de la financiación de fondos de deuda elaborado por BDO Restructuring el pasado mes, quedaba claro que los fondos de deuda van a jugar un papel fundamental en la recuperación de las empresas en crisis. Pero no debemos pensar sólo en esta financiación como última vía en situaciones de crisis, sino como en un apoyo en situaciones de crecimiento, de expansión, de aprovechar oportunidades que ofrezca el mercado. Operaciones que por naturaleza podrían ser de puro equity, pero que, gracias a los fondos de deuda, nos permite acometerlas sin ceder el control de la compañía y eso si, a unos precios mucho más baratos que el equity. ¿Cuánto cuesta esa oportunidad?

Queda por ver si se producirá ese “cambio de chip” en el planteamiento de la financiación alternativa de las empresas españolas. Solo el tiempo nos dirá si el tejido empresarial español se moderniza emulando al de EE.UU. (donde la financiación alternativa supone en torno al 70% de la financiación de las empresas) o a sus vecinos europeos (50% de financiación alternativa) o por el contrario, y a pesar de los cambios y experiencia de esta crisis, seguimos anclados en los patrones tradicionales de la financiación bancaria.